La debacle de la Cuarta

Por Enrique Abasolo

El “mejor presidente de México” atraviesa por su peor momento.
La Presidencia de Andrés Manuel López Obrador que nació en medio de la atronadora celebración de un país jubiloso que se volcó en las urnas para favorecerlo, capoteó como un diestro los primeros embates de la crítica que buscaba despedazarlo sin siquiera haber hecho un real ejercicio del poder, por lo que sus respuestas sardónicas y condescendientes hacia sus detractores parecían todavía movimientos certeros de maestría retórica.
Sin embargo, los temas comenzaron a acumularse en la agenda presidencial y un buen día todos los asuntos pendientes de administraciones pasadas vinieron a toparse con una pared llamada pandemia.
Luego de las primeras notas de optimismo, cuando nos percatamos de la gravedad del asunto y de que el mundo iba a cerrar por al menos un par de años, que la economía se iba a ralentizar aquí y en China y que nadie iba a salir bien librado, entendimos que no serían los del sexenio de AMLO los años más boyantes para México, pero “cuando menos”, nos dijimos, “quizás el Presidente sea el líder que necesitamos en estos tiempos de incertidumbre y oscuridad”.
“Quizás sea AMLO el Presidente que nos mandó la providencia para afrontar esta crisis sin precedente”: ¡Tampoco! En realidad la presidencia de López Obrador y su equipo lo hicieron mal como pocas naciones en el mundo, sus declaraciones en vez de tranquilizar a nadie sólo exhibían su galopante ignorancia no sólo en materia de salud y pandemia, sino de los mecanismos con que los organismos internacionales como la OMS responden ante estas contingencias.
Nos dimos cuenta entonces que estábamos por nuestra cuenta, al garete, a la deriva. Que los pudientes habrían de irse a vacunar a la potencia vecina en cuanto se abriera la primera oportunidad para ello y aquellos sin esa posibilidad esperarían a ser inoculados por el suero chino o ruso o cualquiera que consiguiera, cuando lo consiguiera, el Gobierno de la Transformación, al cual aparentemente le duele muchísimo erogar para estos menesteres.
AMLO se negó a vacunar prioritariamente al personal médico, mendigó vacunas ante la comunidad internacional como si no tuviésemos presupuesto, como si fuésemos una nación pobre, haciendo de lado a países realmente comprometidos, su administración se pronunció en contra de vacunar a los niños, desestimó la insuficiencia hospitalaria y minimizó siempre las cifras de contagios y muertes.
Bueno, realmente ninguna nación estaba preparada para encarar una pandemia viral, así que era fácil asumir que una eventualidad se había cruzado en este Gobierno que quizás no iba a ser todo lo que habríamos esperado, pero que mucho podía rescatarse todavía si AMLO sentaba las bases para una verdadera transformación con base en su ejemplo de honestidad y transparencia.
Y pues tampoco. Mientras surcábamos las tenebrosas aguas del covid-19, los escándalos de corrupción no dejaban de acumularse, AMLO no salía de sus mismas tres líneas discursivas que lo eximen a él de toda responsabilidad y la transfiere a sus opositores.
Su figura antes impoluta sufrió un desgaste que dejó ver un rostro cínico y no pocas veces pusilánime, cuando no intolerante, ante la crítica.
Las elecciones intermedias le asestaron otro golpe al orgullo, pues no sólo no pudo hacerse con una mayoría que le garantizara la aprobación irrestricta de sus iniciativas. Vio además con dolor cómo su querida CDMX, el bastión de su movimiento desde hace 25 años y el feudo que le tocó gobernar para catapultarse a la Presidencia, quedaba dividido por la mitad, perdiendo la mitad de sus posiciones en el corazón del País, en donde se supone gobierna su delfín para la sucesión, su entenada Claudia Sehinbaum.
El siguiente gran descalabro para su gestión fue la crisis que provocó el reportaje en torno al estilo de vida de su hijo, José Ramón López Beltrán, quien vive en medio de lujos y comodidades que no se pueden explicar con su escaso currículum profesional o nulos méritos empresariales, pero son perfectamente lógicos cuando se tiende una línea de conflicto de interés entre su mujer, cabildera para empresas con las que PEMEX ha celebrado varios contratos multimillonarios.
AMLO dedicó meses a desacreditar a los autores, pero sobre todo al presentador del reportaje y a cualquiera que tuviera la osadía de replicarlo o considerarlo legítimo. Y es hasta la fecha una de sus mayores preocupaciones el descrédito de quienes lo exhibieron, en un intento desesperado por recobrar la autoridad moral con la que se hacía arropar.
Llegó la inauguración del AIFA, que es al día de hoy motivo de burla y frustración pues no ha demostrado ser viable ni operativo y se busca la manera de obligar a las aerolíneas a utilizarlo, pero mientras ello sucede o no, es un aeropuerto de seis vuelos diarios, que reta franca y abiertamente el buen juicio en los designios del emperador de Palacio Nacional.
La costosa revocación de mandato acaba de ser anulada por el TEPJF, lo que sólo es la lápida de un proyecto que nació muerto o quizás lo estaba desde su concepción. Fue un domingo negro para López Obrador el de la revocación que no convocó ni siquiera lo que él considera que son sus 30 millones de votos cautivos, los que le dieron el triunfo hace cuatro años.
El desdén de la oposición fue total, la participación de la militancia lopezobradorista fue escasa y AMLO de 2022 sacó la mitad de votos con respecto al AMLO de 2018. Aun así lo cantaron como una victoria, pero a las pocas semanas la autoridad electoral declaró nulo el proceso. La gestión de AMLO ahora carga con mil 500 millones de pesos tirados al retrete en su conciencia, asumiendo que tiene alguna.
Llegó el turno a su reforma eléctrica, en la que pretendía otorgar al gobierno el monopolio de la generación de energía, bajo el argumento de una supuesta soberanía. Pero la oposición decidió que era mala idea y rechazó el proyecto.
AMLO ahora se juega su última carta, la de la reforma electoral, misma de la que ya se puede ir despidiendo pues de aprobarla, la misma oposición estaría cavando su propia tumba, así que que el Presidente se va a quedar con las ganas de destruir al INE y de cobrárselas a su consejero titular.
Son días especialmente aciagos para AMLO quien seguro ya se dio cuenta lo incómodo y difícil que es gobernar de manera autocrática. Esta racha marcará el final de su presidencia, veremos en adelante a un gobernante frustrado trabajando exclusivamente para la sucesión, que es la única manera que tiene de garantizar lo que él considera que es su legado, pero que no es otra cosa sino puro aire caliente expelido por su boca.