LA RECETA DE RIQUELME    

Por Horacio Cárdenas

A nadie le gustan las quejas. Esa es una regla de oro en todas las relaciones humanas, desde las más cercanas, en la familia, hasta las laborales y por supuesto también aquellas que tienen que ver con estructuras sociales del tamaño que sea, entre ellas, el gobierno.

Si es entre familia, a los padres no les gusta oír las quejas de los hijos de los problemas que tienen en la escuela o con sus amistades, a los hijos no les gusta escuchar los problemas que tienen los padres en cuestriones económicas, sociales o incluso de salud, eso de que haya gente que se platique todo, pues sí, suena como un ideal muy empalagoso, pero de estar escuchando las quejas del conyugue, las mismas quejas año tras año, a la mayoría de las personas termina por cansarlas, a menos claro, que haya por allí una situación de masoquismo, que pudiera explicarlo, pero si no, mejor no enterarse de cosas desagradables, y de la misma manera aprende uno a guardarse las cuitas que trae, a la primera vez que le rechazan un comentario, con eso tiene uno para no volver a mencionar ciertos temas, lo que contribuye a una relación, si no más sana, por lo menos más llevadera, y eso ya es algo.

Si se trata de cosas de gobierno, lo que menos espera uno de sus gobernantes es que le vengan con problemas. Ellos están para resolverlos, para eso fueron electos, para eso buscaban el poder, para eso perciben ingresos muy superiores a los que tienen la mayoría de los gobernados, y en el momento que adquieren el poder resulta que se la pasan, algunos, quejándose de las dificultades que se les presentan.

Otros políticos son más discretos, seguro lo aprendieron en su familia, cada vez que les pregunta ¿cómo andan las cosas?, la respuesta invariable es bien. Nos acordamos de una película en la que el personaje principal era un controlador aéreo, su novia que lo ve medio estresado, cansado y distante le pregunta ¿qué te pasa?, a lo que aquel responde cosas de trabajo, y la muchacha insiste ¿quieres hablar de ello?, a lo que aquel contesta ‘ya lo hice’. Y en efecto, las cosas de trabajo, a lo mejor pudieran interesarle a la pareja o a la familia inmediata, aunque ya dijimos líneas arriba que no es la constante, pero al resto de la gente, no le importan en absoluto, así, a los gobernados, las cosas de los gobernantes, rara vez son tema para platicar, menos para preocuparnos, y el colmo, para que nos pidan nuestra opinión de cómo resolverlas. Ya si de plano se ponen muy peliagudas, que se haga una consulta popular, pero esto conlleva en buena medida la cancelación de la confianza en el gobernante electo, quien rinde su autoridad.

En estos cinco años, casi por cumplirse los seis, no recordamos que alguna vez el gobernador Miguel Ángel Riquelme se quejara de muchas o pocas cosas, es más, podríamos decir que de nada.

No que no opinara de algunos temas importantes, como aquel que trajo entre manos un buen tiempo de la necesidad de una revisión del pacto fiscal federal, para darle a cada estado recursos correspondientes a los ingresos que le representaba su actividad económica a la federación. Pero el tratamiento no era de queja, era de propuesta y de protesta, ante lo que consideraba y sigue considerando un tratamiento inequitativo hacia Coahuila, que era extensivo a los de otras entidades federativas. En algún momento los gobernadores integrantes de la Alianza fueron entregando el poder a sus sucesores, y a estos no les interesó ni su pertenencia, ni lo correcto o incorrecto del estado de cosas, así que la iniciativa, lástima, se terminó por extinguir, sin que por eso nos atrevamos adecir que no valía la pena, al contrario.. Siempre es momento para solciitar recursos económicos adicionales, justificando la necesidad ante las autoridades que pueden actuar de manera más justa, pero que todo el sexenio federal han hecho lo que parece una misión, la de minar la capacidad de gobernar de los estados que no controla el partido del presdiente.

Por eso nos llamó la atención la opinión manifestada por el gobernador Riquelme Solís en lo que se ha convertido en una gira de despedida, en previsión de la entrega del poder a su sucesor constitucional Manolo Jiménez Salinas. Dijo Riquelme que la estrategia local implantada por su administración, permitió el incremento de los ingresos propios de la administración estatal, textualmente ‘Pese a los recortes federales, que en este sexenio superan los 23 mil millones de pesos, se logró ejecutar obras y proyectos’.

Lo más sencillo hubiera sido nadar de muertito, como se dice coloquialmente, ¿no me mandan dinero? Pues no hago nada, tan sencillo como eso. Y no que no se insistiera ante las instancias federales que mandaran lo que la cámara de diputados había aprobado para cada uno de los últimos cinco ejercicios fiscales, sino que hacerlo o no hacerlo redundaba en lo mismo, en nada. ¿Qué es una violación a la ley?, ¿y qué se puede hacer, qué se puede esperar de un gobierno cuyo titular, el presidente Andrés Manuel López Obrador es el primero en decir que no le vengan con el cuento de que la ley es la ley? Pues sí, quizá se hubiera podido enderezar una o varias controversias constitucionales, o algún otro recurso jurídico para que la Suprema Corte ordenara a la presidencia entregar los recursos económicos que no envió, pero a esta instancia tampoco le ha ido muy bien que digamos, incluso hasta peor. A Coahuila le ha quitado la federación 23 mil millones de pesos en seis años, al Poder Judicial el próximo año le amanecerá con un recorte de 84 mil millones, si nos hubiera tocado esta suerte, ni estado quedaría.

El secreto de Riquelme para hacer algo de obra pública, desde luego no comparable con lo que se hubiera podidiorealizar con el dinero recortado, fue el de buscar y encontrar maneras para incrementar la recaudación. En este mismo espacio desmenuzamos en un par de ocasiones el programa de descuentos a los trámites gubernamentales de cada fin de año. Mucha gente aprovechaba los descuentos a la tenencia, derechos vehiculares y otros, le convenía, pero para el estado representaba un sacrificio de sus ingresos, que repercutiría en su capacidad de realizar obras y prestar servicios. Y sin embargo se hizo y funcionó, esta y otras estrategias para captar recursos.

Lo que nos interesa del tema, además de comentar lo que se había quedado guardado el gobernador todo este tiempo, es que muy probablemente se tenga que implementar un esquema similar por parte del nuevo gobernador, Manolo Jiménez, a partir de que tome el poder el primero de diciembre.

Ya lo habíamos esbozado antes, la idea no es dejar de enviar a la federación los impuestos que se generan en Coahuila, sino como el impuesto sobre nóminas, interceptar las obligaciones federales, convirtiéndolas en estatales, que se contabilicen como gasto, su aplicación se hace en Coahuila y a México llega disminuida. Después de todo, sabemos que lo que regresa será menos que lo que debería. En cambio, si primero se pagan las contribuciones locales, las federales menguarán, ¿qué tanto? Lo que sea es bueno, cosa de imaginar qué y cómo se puede hacer, pero antes que permitir que nos ahoguen, hacer nuestro guardadito y usarlo, que al fin ya se demostró, casi a nivel experimental, que funciona.