Cerro del Pueblo

Por Heriberto Medina

HAY TIRO

Todavía no terminaban de festejar el triunfo en el Estado de México cuando se dio la voz de inició para las corcholatas, a convocatoria del Presidente Andrés Manuel López Obrador acudieron a un conclave, el martes, en el restaurante el Mayor, en el centro histórico de la Ciudad de México.

La reunión no fue para formalizar las campañas que desde hace muchos meses ya habían comenzado, se trató más bien de un esfuerzo presidencial por mantener el control de la sucesión, que se le empezaba a ir de las manos, a juzgar por algunos hechos recientes, entre ellos el apoyo a Claudia Sheinbaum de la mayoría de los gobernadores morenistas, los señalamientos de la propia jefa de gobierno contra sus compañeros de partido acusándolos de misóginos y las quejas del equipo de campaña de Marcelo Ebrard exigiendo piso parejo.

Además, el proceso electoral en Coahuila encendió las luces de alerta en Palacio Nacional ante la posibilidad de que a nivel federal se presente una división similar a la que se registró aquí y que eso termine por ser factor determinante en un resultado electoral adverso para la 4T en el 2024.

Varias indicaciones giró AMLO en la mencionada reunión, tanto a los aspirantes como a los dirigentes de Morena, algunas impulsadas desde la inquietud de los contendientes. Se estableció que los aspirantes deberían renunciar a sus cargos a más tardar en una semana, se acordó el domingo como plazo límite para dar a conocer las especificaciones del sondeo de opinión que se aplicará para definir al candidato, se determinó conformar un comité con los representantes de las corcholatas y hubo dos salvedades más que llaman mucho la atención y que hablan de la forma en que percibe la realidad el presidente al final de su sexenio, una de ellas fue la prohibición de entrevistas con medios no afines y la otra fue el rotundo no a un debate entre los aspirantes.

A López Obrador se le podrá acusar de muchas cosas, pero no de ser un presidente débil, ha dado muestras de sobra de la noción y el sentido de autoridad que tiene y que hace valer por las buenas o por las malas, pero aún con todo y ese estilo particular de gobernar, era evidente que el proceso sucesorio se le iba de las manos, de hecho, hoy por hoy no podemos decir que lo tenga bajo control. Prueba de lo anterior fue el madruguete que le aplicó Marcelo Ebrard al resto de los aspirantes y al propio López Obrador al adelantar el anunció de su salida de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Por la forma de agarrar el taco se conoce al que es tragón; Ebrard va en serio, pero además lo hace con un profundo sentido de la estrategia política, se ve que él y quien lo esté asesorando, conocen los puntos finos del accionar político, por eso tomaron el control de la agenda mediática el mismo martes por la noche, si esperaban un poco más la narrativa hubiera sido controlada por el presidente en la mañanera.

Todas las encuestas ponen a la cabeza a Sheinbaum, pero eso puede ser producto de su mayor exposición mediática, ahora sabremos que tantos puntos porcentuales remontará Ebrard al dedicarse de tiempo completo a hacer campaña, muy pronto lo veremos revestido con todo el glamur del marketing político, slogan, discurso, imagen, habrá que estar atentos a los resultados y a la respuesta de sus pares que no están mancos, dirían en el barrio.

Por más esfuerzos que ha realizado López Obrador por asegurar que no habrá dedazo, la percepción clara de un amplio segmento de la opinión pública es que la favorita es Sheinbaum y es que la sucesión ha sido una asignatura difícil en los más recientes sexenios, ayer López Obrador afirmó falsamente que sería la primera vez que no habría dedazo, tal vez el presidente tuvo un ataque súbito de Alzhéimer, se le olvidó todo el proceso sucesorio que llevó a Ernesto Zedillo a la presidencia, olvidó también que Fox no pudo ser beneficiario de ningún de dedazo, no se acordó de que Calderón no era el candidato de Fox, omitió el hecho de que Peña Nieto no fue producto de una imposición y los mismo podríamos decir del propio López Obrador, a menos que él considere que su llagada a la presidencia fue producto del dedazo.

Un factor clave para que el resto de los aspirantes tengan oportunidad de competirle a Sheinbaum es cuánto tiempo transcurrirá antes de aplicar la encuesta, si es muy poco habrá inconformidad y si es mucho también habrá, eso da una idea de los complicado que resultará lograr que todos terminen contentos.

Si me preguntan hoy yo les diría que la candidatura se la van a dar a la todavía jefa de gobierno de la Ciudad de México, que Ebrard terminará siendo candidato por otra opción política y tendrá amplias posibilidades de ganar, habrá que ver que tanto resiste Marcelo el canto de las sirenas ahora que andará en campaña porque si las escucha no habrá encuesta que lo convenza de aceptar que Sheinbaum sea la candidata.