LA HERMANDAD DE LAS CIUDADES


Por Horacio Cárdenas Zardoni

Algunos, muchos observadores casuales que además pecan de curiosos, han comentado a lo largo de los años lo bien equipados que están los policías, los bomberos, algunos consultorios, y otras dependencias de la administración municipal de Saltillo. Cuando se animan a preguntar, se quedan a la vez muy sorprendidos de la calidad del vestuario y equipamiento, y algo o mucho desencantados al enterarse que no, no es que el ayuntamiento destine cantidades importantes de dinero al rubro de inversión en su personal y los materiales con que estos trabajan, sino a que son donaciones de parte de una ciudad hermana, en concreto Austin, en el vecino estado norteamericano de Texas.
Allá donde vivamos, y con tantito que las autoridades le echen ganas, nos habremos enterado que la ciudad está hermanada con una o varias, probablemente hasta demasiadas ciudades, principalmente en los Estados Unidos, aunque no exclusivamente, también en Europa, y que sepamos, hasta en algunas de Asia. Allí sí le vamos a fallar, no sabemos que ningún municipio mexicano esté hermanado con Nairobi o con Tombuctú, pero sobre eso habría que preguntarle a ChuChuy, que le intelige bien a esas cosas, primero por su actividad periodística, y luego profesional.
La idea no es mala, más bien todo lo contrario. Mediante declaraciones de hermanamiento, se crea un vínculo, que de otra manera quizá no se diera nunca, al menos no de manera estructurada, organizada y con la posibilidad de evaluar sus resultados positivos, cuando estos se dan. Realmente no sabemos de quien haya sido la idea original, pero ha prosperado, y tal vez no haya ciudad en el mundo que no haya tenido en algún momento mucho que platicar del hermanamiento, pero como sabemos, no todos los políticos están igualmente interesados en el conjunto de actividades y hasta cierto punto responsabilidades que implica el convenio de hermandad, en cambio otros luego luego perciben el potencial y buscan sacarle jugo en lo político, lo económico, lo cultural, lo social, lo turístico y lo comercial.
Como es obvio, hay veces que las ciudades que se hermanan son más o menos equiparables, en cuanto a población, desarrollo, potencial e intereses, aquí se tratan de igual a igual, lo que es muy ventajoso, pero también suele ocurrir, con mucha mayor frecuencia, que haya una disparidad, en lo mismo mencionado y otros muchos aspectos, allí es donde las oportunidades crecen, de uno y otro lado, de capitalizar la relación. Del lado bajo, por el apoyo pecuniario que pudiera recibir en forma de donaciones de todo tipo, y del otro, la de pararse el cuello presumiendo de lo altruistas que son, con materiales que son de desecho. Un negocio, político, redondo para ambos.
De las relaciones de hermanamiento más exitosas que conocemos, está la de Saltillo, capital del estado de Coahuila de Zaragoza y presumida como la mejor capital del país y sucursal plus del Cielo, con la capital de Texas, que en distintas listas, también ha sido calificada como la mejor, o una de las mejores ciudades para vivir en los Estados Unidos, al grado que muchos magnates, artistas y socialités la han hecho su sitio de residencia.
Ante el éxito de la hermandad con Austin, palidecen hasta la vergonzosa inexistencia relaciones con Fort Worth, en Texas, Auburn Hills en Michigan, Windsor o Alma, en Canadá, Holguín, en Cuba, Changzhou en China. Vamos, hasta la de Tlaxcala la sacan a relucir únicamente cuando hay alguna ceremonia relacionada con la fundación de San Esteban de la ídem, y párele de contar. Por momentos en la política reciente, se hubieran podido capitalizar bastante más casos como el de Holguín, con el afecto que tenía Humberto Moreira con Cuba, o de Rubén con China, y hasta con Coyoacán en la Ciudad de México, cada vez que el gobernador o sus altos funcionarios tienen que ir a la capital del país a arreglar cualquiera de tantos asuntos de la relación entre el estado y la federación.
No, solo nos importa Austin, o solo les importa a los presidentes municipales, los de buenas familias, los que cuando eran chicos los llevaban a pasar a Laredo, de compras a Mc Allen o a San Marcos, y ya allí ¿qué tanto falta para Austin, con lo que el viaje de compra compulsiva se convierte en algo más turístico y hasta cultural…?
Ahora que el presidente municipal José María Fraustro Siller anduvo de gira por la capital texana, se dio lo de siempre, la invitación para que el alcalde de Austin acuda como invitado de honor a los eventos de la celebración de la fundación, por allá a finales de julio, las promesas de capacitación, de intercambio de experiencias, no a nivel de directores, sino de quienes hacen el trabajo, los trabajadores operativos.
Y esto es lo que nos interesa destacar. Porque sí, los alcaldes se toman la foto, comparten la comida, la bebida y los chistes, pero a nivel de los compromisos cuando se cumplen, la relación no es tan política ni tan cordial que digamos.
Algunos policías se quejaban, hace años, de que los uniformes que les daban desde la academia eran usados. De primera calidad, pero de segunda mano, de los que los buenos amigos, hermanos policías de Austin, habían desechado, y les habían sido donados, en vez de aquí comprar nuevos, aunque no fueran lo máximo. El sentir era que el dinero para equipamiento, que debía haberlo, alguien se lo estaría clavando, además de que la obligación de proveer los implementos de trabajo, se relajaba y mucho, al recibir lo de los camaradas texanos, que como se dice por acá “están todavía buenecitos”. Imagínese, lo que siente todo hermano segundón, llevado a escala de corporación policiaca, de no tener la oportunidad de estrenar nunca.
Con los bomberos es distinto, en Saltillo como en todo México, son el pato feo de la administración pública, son los que requieren equipo más caro y a los que menos presupuesto se les asigna, así que no solo están acostumbrados a recibir en donación, sino hasta comprar, equipos de desecho para seguirles sacando el jugo que todavía les queda. Además que, los chaquetones de asbesto, las botas, los cascos, si aguantan el fuego, por muy chamuscados, siempre pasan por estar en buen estado, lo mismo va para bombas, mangueras y hasta camiones.
No es para quejarse de la relación de hermandad con Austin, la única que es digna del nombre, pero también hay que considerar que la dignidad tiene un valor importante, y no por quedar bien y ahorrar unos pesos, acaben los trabajadores municipales sintiéndose que hacen el trabajo con puros gallitos, además de que todo el mundo se da cuenta, aquí y en las ciudades hermanas mayores.